Hacer frente a la sordera no es una tarea que resulte sencilla. El hecho de que las personas que padecen hipoacusia no puedan escuchar y comprender, en mayor o menor medida, dependiendo de su grado, ciertos sonidos de la vida cotidiana, les genera diversos problemas añadidos que van mucho más allá de las deficiencias exclusivamente físicas.
Todos aquellos pacientes que se encuentran afectados por una pérdida auditiva presentan dificultades adicionales a la hora de desarrollar su capacidad comunicativa, lo que puede traducirse directamente en un constante y recurrente estado de incomodidad y frustración personal.
Por ello, resulta muy común que se produzcan habituales episodios de irritabilidad, derivados precisamente de esta situación, de la imposibilidad de oír. En este sentido, es imprescindible mantener un trato cercano y calmado con este tipo de pacientes, sobre todo, en el ámbito familiar, siguiendo, por ejemplo, diversos consejos aplicables en el contacto diario y además, la consecución de una correcta relación con personas que tienen algún tipo de pérdida auditiva.
La incapacidad para escuchar y por tanto, el aislamiento derivado en el que se encuentra el paciente, puede generar problemas psicológicos de notable importancia, que suelen traducirse en trastornos emocionales o en procesos más graves, como por ejemplo, el inicio de estados depresivos severos.
En este sentido, aunque tener problemas de audición es una batalla que afecta principalmente de manera individual, en muchas ocasiones, las personas con pérdida de audición suelen olvidar que su situación puede derivar en complicadas y distantes relaciones con sus familiares y amigos. Por tanto, es muy importante acudir a un especialista y no tener miedo a la hora de pedir ayuda a los seres queridos y personas más cercanas para alcanzar una solución de manera conjunta.
Consecuencias de la hipoacusia en la sociedad
La mayor parte de los estudios realizados en el campo de la sordera afirman la existencia de una estrecha relación entre la pérdida de audición y la aparición de estados psicológicos concretos, como la angustia, la ansiedad, la soledad o la depresión.
Según el último test nacional de audición realizado en Holanda en el pasado año 2016, los jóvenes que presentan síntomas de hipoacusia son más propensos a que su salud psicosocial se deteriore, ya que en ellos aparecen elementos como la preocupación, la irritabilidad, la baja concentración o el insomnio, entre otros.
Estos hechos obligan a que la persona afectada abandone, progresivamente, sus principales roles sociales y que los aspectos principales de su vida se pongan directamente en serio peligro.
En la gran mayoría de las ocasiones, en todos los grupos de edad, cuanto mayor es la pérdida de audición, peor es el estado de salud del paciente en líneas generales. Por ejemplo, existe una sólida unión sintomática que establece que el riesgo de padecer una depresión grave se aumenta, en un determinado porcentaje, de manera progresiva, por cada decibelio de pérdida auditiva generado.
Por esta y otras muchas razones de peso, resulta básico y necesario diagnosticar a tiempo cualquier situación anómala que tenga que ver con el oído y su correcto funcionamiento, aportando de inmediato las soluciones más adecuadas para cada caso concreto.
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